Visitamos el Comedor social de Bonavista, que por última comida del año tenía preparado comida navideño gracias a las donaciones recibidas.

Foto: Jose Mª Llauradó
Todavía no son las doce del mediodía y ya hay bolsas que se esperan en la puerta, llenas de fiambreras. Es una escena habitual en el comedor social de Bonavista, pero este último día del año estos «tuppers» llevarán algo especial: jamón, estofado de pavo y dulces navideños. En una fecha tan señalada, el centro trabaja a buen ritmo, voluntarios y trabajadores no duermen porque saben que algunas familias sólo cuentan con los alimentos que les proporcionan ellos y, por tanto, algunos ni han desayunado. Raquel Quílez, quien lleva el comedor, enseña las nuevas donaciones que han llegado justo esta semana de varias marcas, fundaciones y particulares, que recaerán durante el día a las 214 personas que tienen en la lista que les han proporcionado desde Servicios Sociales de el Ayuntamiento.
Las hermanas Quílez, Raquel y Encarna, explican que ya hace un año, en octubre de 2013, que abrieron el comedor social y que las perspectivas eran mucho menos ambiciosas: «pensar que no llenaríamos un comedor de cuarenta personas, hoy damos servicio a más de doscientas ». Sin los más de cuarenta voluntarios, el comedor no sería posible, así lo afirman cuando recuerdan que cuando impulsaron esta iniciativa desde la asociación Juventud y Vida les llegaron peticiones de colaborar de personas externas a la misma asociación. «Sólo hacía falta abrir para ver la necesidad que hay», dice Raquel, «pero la gente está muy solidaria».
Las voluntarias nos enseñan las novedades de la comida de fin de año. Foto: Josep M. Llauradó
Generalmente, los alimentos los consiguen gracias al Banco de alimentos de Reus, lo que rescatan del Mercado del Campo, de la Unión Europea, de la cofradía de pescadores y de dos empresas más. Pero también tienen colaboraciones personales y, en el caso de este fin de año, la asociación «Macarrones solidarios» les ha hecho una donación de dulces que serán un auténtico regalo para los usuarios del comedor.
El ambiente que se vive una vez entran las primeras personas es muy relajado, incluso de alegría. Raquel pone la hora de terminada o menos a las dos y media y Encarna dice que «entre ellos se llevan bien». Al principio creían que los daría vergüenza ir al comedor social, pero después de los primeros días ya se creó un ambiente familiar. El centro no sólo sirve comidas, también tiene cubiertas las necesidades alimentarias de las personas a las que atiende ya que les proporcionan también un paquete con la cena. Entre los «beneficiarios» de esta ayuda hay mucha diversidad, también de procedencia o de los barrios donde residen.
Los primeros en abrir la puerta, Raquel ya les avisa de que si tienen alguna criatura de menos de 12 años podrán recoger regalos el próximo 3 de enero a partir de las cinco de la tarde en el centro cívico de Bonavista. Es una de tantas actividades que llevan a cabo desde la asociación, además del reparto de alimentos o las cinco UEC que gestionan. Recuerdan que este comedor surgió gracias a una cadena de acontecimientos que comenzó en un bar cercano «el del Cabrera», que después de ver un amigo suyo recogiendo comida de los contenedores hizo provisionalmente la tarea de ayuda a los más necesitados. Ahora mismo, sobreviven sobre todo en estas fechas: «ahora estamos bien, pero en febrero ya vuelve a bajar», también por las subvenciones que reciben de entidades públicas y privadas. Pero su misión, tal como dice Encarna, es «que no seamos necesarios».